Un mundo feliz, o falaz (VIII)

Abuela cuenta cuentos

Abuela contando cuentos a su nietecito

«Debo siempre creer, para en todo acertar, que lo blanco que yo veo es negro si la Iglesia jerárquica así lo determina» San Ignacio de Loyola (Ejercicios Espirituales, 365)

Tía Tata cuenta cuentos

Así se llamaba un famoso programa de la televisión cubana, dedicado a los niños. Y en el argot popular cubano, se utiliza para designar engaños.

A todos, desde pequeños, nos han inculcado ideales. En mi caso los curas del Colegio de Belén, además de las clases de Catecismo, Matemáticas, Español, etc, me daban una asignatura de nombre «Moral y Cívica«, que pretendía convertirnos en ciudadanos ejemplares. Ahí te explicaban el ABC de la democracia: lo de los tres poderes (Legislativo, Ejecutivo y Judicial) y los balances entre ellos, los sistemas de votación, etc. También te inculcaban el amor a la bandera, el himno, el escudo y los Padres de la Patria. En fin, para decirlo con una palabra: el patriotismo.

Lo que NO nos enseñaron -desgraciadamente- es qué hacer cuando descubriéramos que todas esas cosas no eran tan bonitas como nos las pintaban…

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Creo que antes de continuar, debo ser cuidadoso y dejar bien en claro que los hechos sobre los cuales voy a hablar en ningún momento desvirtúan mi opinión de que México es un país precioso, colorido, alegre, lleno de gente valiosa, trabajadora y amigable, con un acervo cultural envidiable y unos recursos naturales casi inagotables. Muy desagradecido habría de ser si opinara de otra forma, porque aquí he podido realizarme como ser humano libre y su gente me acogió como uno más de sus hijos cuando llegué medio asfixiado por la peor dictadura que ha padecido Cuba, mi patria natal. De manera  que mis siguientes palabras NO deben ser interpretadas como una crítíca al país en general (cualquier discriminación basada en consideraciones gentilicias es tonta o malintencionada) sino precisamente a las gentuzas de mala ralea que se han convertido en las rémoras de México y que intentan manipularnos a su favor inculcándonos un falso patriotismo.

Busto de José Martí en la Plaza de la Revolución. En realidad estaban restaurando el Monumento, pero al apuntalar el busto lograron sin proponérselo un símbolo genial de que a Martí le ocultan la realidad sobre Cuba.

Busto de José Martí en la Plaza de la Revolución de La Habana. En realidad estaban restaurando el Monumento, pero al apuntalar el busto lograron sin proponérselo, un símbolo genial del divorcio entre los ideales martianos y la realidad en la Cuba castrista.

Patriotismo a la medida

Parece que eso de construír símbolos y héroes a modo es algo que utilizan frecuentemente los dictadores y demagogos. Por ejemplo, el Fifo no solamente se declara martiano, sino que prácticamente dice que él es el continuador y heredero ideológico de José Martí -algo tan absurdo y opuesto a la verdad que daría risa si no fuera trágico- con el siniestro propósito de enmascarar sus crímenes bajo el prestigio del otro. Ese mismo esquema lo practicaba Chávez, que se decía discípulo de Bolívar al punto de incluír su nombre en el movimiento que él encabezaba: la Revolución Bolivariana.

Además, no pretendo la primicia de tales razonamientos. Sé que hay gente mucho más preparada e inteligente que yo, que ha llegado a la misma conclusión. Por ejemplo, Francisco Martín Moreno y Juan Miguel Zunzunegui desde hace mucho tiempo insisten en estas ideas utilizando plataformas mejor diseñadas que este sencillo blog personal.

En general, creo que los intentos de manipularnos mediante los símbolos patrios se pueden dividir en dos tipos: 1) los históricos y 2) los actuales.

Comencemos por explicar algunos de los primeros.

Lucrecia 1534 - Lucas Cranach

Venus desnuda – Lucas Cranach, 1532

Realidad deformada de Lola Dupre

Venus deformada de Lola Dupre

La Historia deformada, pierde credibilidad

En general, desconfío por instinto cuando me quieren vender la historia de alguien perfecto. Todos somos humanos y con ello quiero decir que estamos expuestos a cometer errores. De hecho, creo que todos los hemos cometido. Nadie es totalmente malo ni totalmente bueno. Como dijo Martí «Hasta el Sol tiene manchas, pero sólo los desagradecidos se fijan en ellas».

De manera que esa forma de ver a nuestros próceres como seres absolutamente perfectos, imbuídos de un espíritu patriótico supraterrenal, galáctico, místico e incorruptible, hace que en vez de acercarme a ellos y admirarlos, los sienta lejanos y falsos. Mucho mejor sería que en las escuelas los mostraran en su verdadera dimensión, sufriendo las mismas contradicciones y dudas que cualquier otro ser humano.

Abraham Lincoln - Lola Dupre

Abraham Lincoln – Lola Dupre, 2015

Creo que alguien perfecto a priori, no tiene el mérito de otro que siendo humano y estando sometido a dudas y presiones de todo tipo, decide sin embargo tomar el camino más difícil y arriesgado, que muchas veces lo lleva a la muerte por un ideal que no logra alcanzar. Esos héroes sí son humanos y sí merecen todo nuestro respeto y admiración, aún a pesar de sus defectos.

En mi opinión, la razón para que muchos gobiernos construyan la Historia a modo, es que necesitan de héroes y batallas para construír toda una parafernalia patriótica que a su vez les otorgue validez y autoridad a ellos mismos, como continuadores de aquéllos. Y si por desgracia no hay abundancia de esos símbolos o los que existen no cumplen con sus expectativas o necesidades, pues los inventan.

Retrato de Hernán Cortés

Retrato de Hernán Cortés

Hernán Cortés, verdugo o padre de la Nación Mexicana?

Según la historia oficial, México es un país milenario compuesto por indígenas que fue «conquistado» por los españoles -los malos de la película- en 1521 y que luego de 300 años de explotación, lograron independizarse de la metrópoli y volver a sus orígenes, recuperando de esta forma el honor de raza y el prestigio perdidos. Cortés, en particular, simboliza el desalmado conquistador que sometió a sangre y fuego a una raza noble y pura.

Hay en esta historia, sin embargo, algunos cabos sueltos.

Texto en nahuatl

Texto en náhuatl, escrito utilizando caracteres latinos tal como se enseña actualmente

No sé, pero me parece que si los habitantes actuales de este país fuéramos los descendientes de los primeros pobladores de estas tierras, o sea, de los indígenas «conquistados», pues la lengua oficial de aquí sería el náhuatl, o el zapoteco, o el maya, o el purépecha, o… cualquiera de las más de 50 lenguas indígenas que se encontraban en activo en los tiempos de la Conquista. Sin embargo, extrañamente usamos el español, que es precisamente el idioma del conquistador. Mmmm… algo no encaja bien, verdad?

Efectivamente, hay zonas del país en donde se continúan hablando las lenguas indígenas, pero ninguna de ellas está reconocida como oficial. Y de hecho cuesta mucho trabajo encontrar maestros que enseñen esas lenguas, y no existe ninguna estación nacional de radio o de tv que emita sus programas utilizándolas, posiblemente porque los que aún las usan -los indígenas- por lo general son pobres y no tienen mucho poder de compra. Para ser más claro, son lenguas en franco proceso de extinción.

También, nuestros apellidos son cosas como González, Pérez, Fernández, Sánchez o Martínez. Y nuestros principales santos son la Virgen de Guadalupe o el Niño Jesús, San Judas Tadeo o San Antonio. Nada que recuerde a Tláloc, o a Huitzilopochtli, o a Quetzalcóatl.

En cuanto a nombres propios, aunque hay muchas Xóchitl y muchos Cuauhtemoc, también sobran las Lupitas y los Franciscos.

En el arte, no hay dudas que el barroco novohispano mezcla lo europeo con lo precolombino. Y que el tallado en piedra y metal se vio grandemente favorecido por la existencia de artesanos indígenas, que ya dominaban perfectamente el oficio cuando muchos de nuestros ancestros europeos aún vivían en cuevas.

En música, hay numerosos ejemplos de la belleza que surge de la mezcla de sonidos autóctonos con el de los instrumentos sinfónicos europeos. Creo que el Huapango de Jose Pablo Moncayo, compuesto con indiscutible maestría a partir de tres sones populares veracruzanos es uno de los mejores exponentes de ello, al punto de ser considerado por muchos como una especie de segundo himno nacional mexicano.

El desembarco de los españoles en Veracruz -Diego Rivera - Palacio Nacional de México

El desembarco de los españoles en Veracruz -Diego Rivera – Palacio Nacional de México

En lo referente a pintura, la escuela de muralistas mexicanos (Rivera, Orozco, Siqueiros…) es reconocida a nivel mundial y posee numerosos ejemplos de fusión entre temas indígenas e ibéricos. De hecho, Diego Rivera era un gran coleccionista de arte indígena, cosa que puede constatarse visitando la famosa «Casa Azul» de Frida Kahlo, su esposa, o el Museo Anahuacalli, en donde se encuentran expuestos muchos objetos de su colección personal de arte precolombino.

Tacos de carnitas

Tacos de carnitas

Y si hablamos de alimentos, vemos como mezclamos las tortillas con las carnitas, los tamales con los pastes, el mole y el chocolate con los bisquets y el pulque con la cerveza.

En fin, que hay señales claras de que México es realmente un país mestizo, mezcla de indio y español. Y si es así, no nos queda más remedio que admitir que el verdadero iniciador de ese mestizaje fue Hernán Cortés.

Porque el México prehispánico no existía como una sola nación, sino como un conjunto de etnias casi siempre en guerra entre sí, cada una con sus dioses y sus tradiciones. Cortés, en realidad, fue el que vino a unificar ese mosaico de naciones bajo un solo nombre: la Nueva España.

Además, es verdad que fue extremadamente cruel y cometió grandes abusos y asesinatos en masa. Pero fue ayudado en gran medida por tribus sometidas -como los tlaxcaltecas- que estaban hasta el gorro de que los aztecas les exigieran tributos en especie y se llevaran a sus mejores jóvenes para sacarles el corazón y ofrecérselo a sus dioses.

De manera que no somos herederos de los perdedores de aquella epopeya, sino al contrario, somos descendientes de los vencedores. O al menos, una mezcla de los dos.

La nación mexicana no existía antes de Cortés.

Por qué entonces, la historia oficial insiste en el origen indígena de México? Por qué no aceptar los hechos tal cual son? Por qué usar esa visión de pueblo injuriado y sometido? Por qué dejar pasar la oportunidad de celebrar la epifanía de una nación tan rica en sus fuentes nutricias? Una pregunta difícil de responder.

Quizás se deba a que las agresiones externas siempre han sido utilizadas para limar diferencias y llamar a la unidad de los agredidos. Invocar el espíritu de raza para usarlo como aglutinante generador de patriotismo a modo, es una vieja treta chovinista.

Pero es un chovinismo singular porque el orgullo por la cultura mexica, la purépecha o la olmeca, y la visión de la Pirámide del Sol o el Observatorio de Chichen Itzá como superiores a la Catedral de Toledo o la Sagrada Familia de Gaudí, coexisten con la frase popular: «El culpable no es el indio, sino el que lo hace su compadre«, la cual encierra un profundo nivel de racismo hacia los herederos de la mismas culturas que dieron origen a dichos monumentos.

Miguel Hidalgo y Costilla

Miguel Hidalgo y Costilla

Miguel Hidalgo y Costilla, Padre de la Independencia

http://www.azteca7.com/dificil-de-creer/notas/notas/miguel-hidalgo-no-fue-el-padre-de-la-patria/20800

¿Qué pensaría Ud si un arquitecto empezara a planear una gran construcción pero muriera a los 6 meses de comenzar -cuando todavía el diseño no estaba bien establecido- siendo sustituído por otros durante el resto de los 11 años que duraron los trabajos?

¿A quién le atribuiría la construcción de la obra, al que la comenzó pero murió enseguida, o a los que asumieron el mando luego de fallecer el primero y tuvieron que enfrentarse y resolver muchos problemas que ni siquiera existían al principio?

Porque ése es precisamente el caso de Hidalgo.

El Grito de Dolores se dio la noche del 15 al 16 de Septiembre de 1810. Hidalgo fue hecho prisionero el 21 de Marzo de 1811 -exactamente 6 meses y 6 días después de comenzada la revuelta- y fue fusilado al amanecer del 30 de Julio de 1811 en el patio de un edificio que había sido Colegio de los Jesuítas en Chihuahua y que a la sazón era utilizado como cuartel y cárcel. Su vida terminaba 318 días (10 meses, 2 semanas y 1 día) luego del Grito.

La independencia de España, sin embargo, no llegó hasta 11 años después, el 27 de Septiembre de 1821.

Con esto en ningún momento intento restarle al personaje el mérito que merece. Más bien, deseo encontrar la verdad que se desprende de los hechos históricos, para no sentirme manipulado por nadie.

Podría argumentarse que aunque Hidalgo no pudo firmar el Acta de Independencia, sus ideas permanecieron influyendo después de su muerte en las mentes de otros héroes y que fructificaron 11 años más tarde.

Esto último da por sentado que la independencia de España figuraba claramente en su ideología. Sin embargo, parece que no era así.

Para explicar las razones de esta afirmación, tendremos que irnos un poco más atrás en la Historia.

Declaracion de Independencia de Estados Unidos, famoso cuadro de John Trumbull que recoge el momento de la presentación del trabajo del Comité de los Cinco al Congreso.

Declaracion de Independencia de Estados Unidos, famoso cuadro de John Trumbull que recoge el momento de la presentación del trabajo del Comité de los Cinco al Congreso.

A finales del siglo XVIII ocurrieron dos hechos importantes cuya influencia en la mente y el corazón de los humanos aún persiste: el 4 de Julio de 1776 se firmó en Filadelfia la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, en donde las 13 colonias declaraban el rompimiento de sus lazos con Inglaterra. Prácticamente, fue el comienzo del fin para las monarquías absolutistas europeas como forma de gobierno.

Toma de la Bastilla

Toma de la Bastilla, 14 de Julio de 1789

También, el 14 de Julio de 1789 ocurrió en París la Toma de la Bastilla -una fortaleza medieval que aunque sólo custodiaba a 7 prisioneros, simbolizaba a la monarquía francesa- por parte de revolucionarios franceses y con ello dio comienzo la Revolución Francesa y el afianzamiento de las ideas de «Libertad, Igualdad y Fraternidad» que a partir de ese momento se fueron propagando por toda Europa como una epidemia indetenible.

Pero a pesar de sus ideas de vanguardia y como tantas veces sucede en el vaivén de la política, la Revolución Francesa derivó primero hacia una carnicería y luego hacia un Imperio que llevó al país a una serie de guerras absurdas en lugares tan lejanos como Italia, Prusia, Egipto y Rusia.

Exactamente lo contrario a sus ideales originales.

Y bien pensado, no es de extrañar que haya sido así. La Historia nos enseña que las mejores ideas, ésas que hoy en día nos parecen evidentes, nunca se han impuesto sin una resistencia feroz por parte de los intereses creados y el miedo al cambio: el Heliocentrismo, el Darwinismo y la Democracia, son sólo tres ejemplos de ello.

De manera que el abandonar la monarquía y sustituírla por otra nueva forma de gobierno no caló de golpe. Parece que el Hombre siente una inclinación genética a la figura del líder. Por eso, incluso aún hoy en día subsiste una forma de gobierno conocida como «monarquía parlamentaria» en donde coexisten las figuras de un Rey, un Parlamento y un Primer Ministro que viene siendo un presidente con otro nombre.

Pero en fin, regresemos al hilo principal de este artículo.

En 1808, Francia invadió a España y Napoleón Bonaparte tomó presos y trasladó a Bayona (una población francesa cercana a la frontera) al rey Carlos IV y su hijo Fernando VII, poniendo a su hermano José en lugar del rey destronado. Esto cayó como un balde de agua fría en el pueblo español, que se resistía a la idea de tener un rey francés. De hecho, José Bonaparte era llamado con desprecio «Pepe Botella», para burlarse de su afición al alcohol.

En la Nueva España se producen los mismos sentimientos nacionalistas. Parece que en ese momento en la cabeza de muchos criollos no existían tan claras las ideas de independencia como las de rechazo a un rey extranjero.

Por eso, durante el Grito de Dolores, algunos afirman que Hidalgo terminó su arenga con la frase «¡Viva Fernando VII!«. Algo que de ser cierto, empañaría en gran medida su papel como Padre de la Independencia.

Pero los problemas entre la historia oficial y los hechos, no terminan ahí.

Alhóndiga de Granaditas, Guanajuato

Alhóndiga de Granaditas, Guanajuato

Según la versión que se enseña en las escuelas, durante la toma de Guanajuato por parte de las tropas de Hidalgo, el ejército realista se había hecho fuerte en un antiguo almacén de granos llamado la Alhóndiga de Granaditas. Ante la tenaz resistencia que presentaban los españoles, un simple minero indígena conocido como El Pípila, puso sobre sus espaldas una gran piedra a modo de escudo y desafiando heroicamente el fuego enemigo logró llegar al portón de madera del almacén, prendiéndole fuego y propiciando con ello la victoria de los rebeldes.

El Pípila

El Pípila

Esta historia sin embargo, tiene algunos problemas:

Parece que hasta los partidarios de la versión oficial coinciden en que había civiles dentro de la Alhóndiga, y que se produjo una masacre entre sus ocupantes.

Otra versión explica que el almacén había sido usado precisamente para proteger de los peligros de la batalla a los ancianos, mujeres y niños del pueblo, con la esperanza de que fueran respetados y que sólo contenía un mínimo de soldados y no el grueso de las tropas españolas.

Además, el ejército insurgente estaba constituído en su mayor parte por indígenas explotados durantes siglos -posiblemente llenos de justificado odio hacia sus patrones- y no por soldados de profesión, entrenados en un ambiente de disciplina y obediencia a sus mandos. Eso, aunque no los justifica, explicaría en parte las violaciones de mujeres, los asesinatos, los saqueos y el caos generalizado.

Y dicen que cuando Ignacio Allende -otro de los jefes rebeldes, un ex-oficial realista con hábitos de disciplina bien enraizados- le reclamó a Hidalgo por no haber sabido detener a sus soldados ebrios de victoria, la respuesta que supuestamente obtuvo resultó bastante desesperanzadora y desprovista de ideales libertarios: «Si no les permito el saqueo, se me van, desertan«.

Un hecho que parece apoyar esta versión, es que luego de este incidente Hidalgo llegó en su campaña militar justo a las puertas de la Ciudad de México, en un lugar montañoso conocido como el Monte de las Cruces. Allí, los rebeldes ganaron una importante batalla derrotando a las tropas realistas del general Trujillo. Pero en vez de bajar inmediatamente hacia el valle y aprovechar que la ciudad estaba desguarnecida porque el grueso de las tropas del entonces brigadier Calleja se encontraban lejos de allí -como Allende le solicitaba con insistencia a Hidalgo- inexpicablemente éste se demoró lo suficiente como para perder esa ventaja. A partir de ahí, Hidalgo y Allende tomaron caminos diferentes.

Una posible razón para semejante proceder, sería que Hidalgo sentía remordimientos por lo sucedido en Guanajuato y no quería que se produjera un nuevo saqueo, de modo que la indecisión lo paralizó y esto le costó la plaza.

Además, parece que los problemas entre Hidalgo y Allende se agudizaron luego de que este último le solicitara tropas para ayudarlo en una situación de peligro e Hidalgo se negó a enviarlas, poniendo en riesgo el éxito de la revolución.

En fin, dicen que cuando por fin el ejército español logró capturarlos juntos en Chihuahua (iban huyendo hacia el norte tras haber sufrido varias derrotas, con la idea de cruzar la frontera para reorganizarse) Hidalgo no iba como Jefe de la Revolución sino en calidad de prisionero de Allende.

Cierto esto último o no, lo que sí pasó sin lugar a dudas es que luego de fusilados, a ambos les cortaron sus cabezas y las colgaron metidas en jaulas de las esquinas de la Alhóndiga, donde permanecieron expuestas durante unos diez años para que sirvieran de escarmiento y disuasoras de futuros revolucionarios.

Retrato de Morelos, firmado por él mismo

Retrato de Morelos, firmado por él mismo

Morelos, continuador de Hidalgo en la lucha contra España

José María Morelos y Pavón había sido discípulo de Hidalgo en el seminario de Valladolid (ahora Morelia) en el que Hidalgo era el director hasta que fue removido sin mucho escándalo y trasladado a la población de Dolores por las denuncias de otros curas envidiosos de que tuviera esposa e hijos y no respetara los votos de castidad ni de pobreza. Allí se hicieron amigos.

Morelos se alzó bajo las órdenes de su antiguo maestro poco después del Grito de Dolores, y permaneció en la lucha unos 5 años, hasta que fue preso y fusilado el 22 de diciembre de 1815. Prácticamente, fue el continuador de la revolución iniciada por Hidalgo, Allende, Josefa Ortiz de Domínguez (conocida como «La Corregidora» por ser esposa del Corregidor de Querétaro), y otros revolucionarios.

Parece que Morelos estaba más consciente que Hidalgo de las ideas independentistas. Incluso publicó «Sentimientos de la Nación«, un documento en donde expone sus pensamientos y en el que se puede constatar que no quería incluír al Rey de España en su propuesta de gobierno ni como figura decorativa. Pero tampoco era partidario de la libertad sin cortapisas, porque se pronunció por declarar a la religión católica como la única permitida.

A la luz del pensamiento liberal moderno, en donde se ve como un derecho indiscutible cosas como la libertad religiosa, los derechos de la mujer y el matrimonio gay, parece un poco extraña la propuesta de obligar a la gente a profesar una religión. Pero hay que comprender que estamos hablando del pensamiento de un religioso católico del siglo XIX, y que las ideas de vanguardia no se aceptan por todos de una vez, sino que van calando lentamente en la conciencia de los hombres. En ese tiempo, incluso la esclavitud estaba en discusión y en ese sentido Morelos comprendía que había que abolirla.

De manera que, en mi opinión y sin restarle méritos a Hidalgo, Morelos me parece una figura más cercana al papel de Padre de la Independencia.

Matías Monteagudo, inquisidor honorario y canónigo del cabildo de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México

Matías Monteagudo, Inquisidor Honorario y canónigo del cabildo de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México desde 1816

Matías Monteagudo, el verdadero arquitecto de la independencia

A veces las cosas no suceden como uno quisiera. Y en esto de la independencia de la Nueva España, parece que fue así.

Ya mencioné que desde finales del siglo XVIII, las cosas habían ido de mal en peor para las monarquías europeas y sus acólitos, a causa de las ideas propagadas por las Revoluciones Norteamericana y Francesa.

Sin embargo en 1810 -en pleno reinado de Pepe Botella, el rey intruso- para la jerarquía católica de la Nueva España, separarse de la metrópoli todavía significaba perder poder y legitimidad. Parece que aún existía la esperanza de que las cosas pudieran retornar a su cauce anterior, por eso no eran partidarios de la independencia y la Iglesia Católica se declaró en contra de Hidalgo y su revolución.

Debido a ello excomulgaron a Hidalgo y lo despojaron de su condición de sacerdote, arrancándole su hábito, quemándole las manos con ácido y raspándoselas con un cepillo de cerdas muy duras, para humillarlo por haberlas usado para sostener el Cuerpo de Cristo al tomar la hostia para repartir la Comunión, de forma que el Virrey pudiera fusilarlo de rodillas y por la espalda, como mueren los traidores (no podía hacerlo mientras fuera clérigo).

Pero ya en 1820 las cosas habían cambiado demasiado. Napoleón había caído y aunque Fernando VII era ahora el Rey de España (Carlos IV había abdicado en favor de su hijo), no era monarca absoluto sino que compartía el poder con las Cortes de Cádiz, una especie de Parlamento. La puja por el poder entre la nobleza y los plebeyos burgueses, había comenzado. La monarquía era débil y si la Nueva España se mantenía ligada a la metrópoli, ésta podía arrastrarlos a la debacle.

Por eso, sin el menor pudor, los jerarcas católicos dieron un giro de 180 grados y se convirtieron en furibundos partidarios de la independencia.

De manera que el mismo clero que 10 años antes estimaba que separarse de España era peligroso para su supervivencia y que había ayudado a matar a Hidalgo y a Morelos, ahora comenzó a ver la independencia como una forma de librarse de los peligros de perder prebendas, dinero y propiedades a manos de unas Cortes ansiosas de poder y apertrechadas con las ideas de vanguardia que estaban conquistando las mentes de la mayoría.

La Iglesia Católica poseía más de la mitad de las tierras cultivables de la Nueva España (aunque la mayoría de ellas no se explotaban, permanecían baldías) y además cobraba a los hacendados y propietarios rurales el famoso diezmo, cosas que no estaba dispuesta a arriesgar por nada.

Templo católico conocido como La Profesa

Templo católico conocido como La Profesa, en el Centro Histórico de la Ciudad de México

Entonces monseñor Matías Monteagudo, Inquisidor Honorario y canónigo del cabildo de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, comenzó a conspirar en contra de la metrópoli. Los conspiradores se reunían en un templo situado cerca de la Catedral y dedicado a San Felipe Neri, conocido como «La Profesa«.

Dicen que entre los conspiradores se encontraba el propio virrey Apodaca, algo francamente difícil de aceptar. A no ser que previendo lo que se le venía encima si continuaba al mando del país como representante de la corona española, decidiera cambiar de bando. Eso daría una idea del nivel de descomposición generalizado del régimen colonial.

Había, sin embargo, un problema: necesitaban un líder, una cabeza visible que tomara el poder cuando destituyeran al gobierno de la metrópoli. Porque por mucho que monseñor Monteagudo lo deseara, pensaba que mucha gente podría no ver con buenos ojos el que un sacerdote tomara el mando del país. Era menos arriesgado encontrar a alguien que fuera manipulable para ponerlo como muñecón o títere de la Iglesia.

Y lo encontraron.

Emperador Agustín I de México

Agustín de Iturbide, con su uniforme militar

Agustín de Iturbide y el Primer Imperio

Cuando  monseñor Matías Monteagudo pensó en él, Agustín de Iturbide ya era un militar realista caído en desgracia. Luego de una carrera más o menos aceptable combatiendo a los insurgentes -incluyendo a Morelos- había sido destituído de su cargo de Comandante General de la provincia de Guanajuato por las denuncias del cura Antonio de Labarrieta, quien lo acusaba de extorsión: resulta que Iturbide había usado su poder como jefe de tropas para establecer una red de comercio monopólico de mercancías (lana, azúcar, aceite, cigarros…) en donde amenazaba a los productores y comerciantes de la zona si no le vendían sus existencias a los precios que él quería, para luego de creada una escasez artificial, revenderlos a un precio muy superior. Eso da una idea del tipo de ficha que era este sujeto.

Además, Agustín era hijo de un señor que trabajó toda su vida como administrador de los bienes de la Iglesia Católica en la Nueva España, de manera que buena parte de su fortuna y prestigio dependía de su adhesión al clero.

Por todo ello, era el tipo ideal que monseñor Monteagudo andaba buscando: inteligente, corrupto y dependiente económicamente de la Iglesia y por lo tanto, manipulable.

De más está decir que la Iglesia no quería ni creía en esas pendejadas de libertad e independencia, no. Lo que andaba buscando era no perder su poder y su dinero. Por eso no intentaba derrotar al régimen colonial para fundar una república, sino para formar un imperio, el Imperio Mexicano. Con Iturbide como emperador, por cierto.

Me imagino que el cabrón de Agustín brincó de gusto cuando se lo propusieron. Era más de lo que podía haber soñado nunca.

Emperador Agustín I de México

Emperador Agustín I de México (es el mismo imbécil de la imagen anterior, pero ahora vestidito de Emperador)

Parece que los conspiradores consideraban que ya la monarquía española estaba tan desconcertada con los acontecimientos en la Península, que su poder estaba muy menguado en las colonias y no era muy peligrosa. Al menos, no como en los 3 siglos anteriores.

Esto se reflejaba en los cambios frecuentes de virrey: Calleja había sido sustituído por Apodaca, que había ofrecido una amnistía a los rebeldes que depusieran las armas y éste iba a ser sustituído en breve por O’Donojú.

Existía, sin embargo, un impedimento serio para la feliz culminación de sus planes imperiales: Guerrero.

Vicente Guerrero

Vicente Guerrero

Vicente Guerrero y el Abrazo de Acatempan

Vicente Guerrero era prácticamente el único combatiente de la guerra de independencia comenzada por Hidalgo ya hacía 10 años, que permanecía en activo en las montañas del sur del país (Guadalupe Victoria combatía también en la zona de Veracruz pero su fuerza estaba muy menguada y no representaba un peligro importante para el ejército español).

No tenía gran instrucción -incluso dicen que no sabía leer ni escribir- pero tenía muy claro el ideal independentista y había rechazado la amnistía propuesta por Apodaca pronunciando la famosa frase «La Patria es Primero» cuando el virrey convenció y envió al propio padre de Guerrero como negociador (yo lo veo en cierto sentido como el Antonio Maceo mexicano). Además, conocía aquel terreno como la palma de su mano, lo cual hacía doblemente difícil derrotarlo por medio de las armas. Incluso el mismo Iturbide lo había intentado sin éxito.

Entonces, probaron otro camino para vencerlo: el engaño.

Parece que si alguna buena virtud tenía Agustín de Iturbide, era la de ser buen negociador. Por un lado, convenció a O’Donojú -que por cierto, duró como virrey menos que un merengue en la puerta de un colegio– para que apoyara la independencia (me imagino que usó el argumento de: «Total, ya casi todo está perdido, ¿qué tanto es tantito?…»). Y por otro, convenció a Guerrero de que depusiera las armas con el cuento de que ya no hacía falta seguir peleando porque la independencia era un hecho.

Abrazo de Acatempa por Jesus Helguero

Abrazo de Acatempan por Jesus Helguero

Y así tuvo lugar el 10 de febrero de 1821 lo que la Historia recoge con el nombre de Abrazo de Acatempan (el nombre de la población en donde se realizó), en donde Guerrero e Iturbide se abrazaron y celebraron el fin de las hostilidades entre los realistas y los insurgentes.

No sé, seguramente yo debo ser un viejo mal pensado y paranoico. Pero al leer las declaraciones de ambos personajes, noto claramente en las palabras de Iturbide un tufillo a demagogia barata que me es demasiado familiar:

«No puedo explicar la satisfacción que experimento al encontrarme con un patriota que ha sostenido la noble causa de la independencia y ha sobrevivido él solo a tantos desastres, manteniendo vivo el fuego sagrado de la libertad. Recibid este justo homenaje de vuestro valor y de vuestras virtudes.»

Agustín de Iturbide, refiriéndose a Vicente Guerrero, durante el Abrazo de Acatempan

Y al contrario, de desconfianza en las de Guerrero:

«Yo señor, le digo, felicito a mi patria por que recobra en este día un hijo cuyo valor y conocimientos le han sido tan funestos.»

Vicente Guerrero, refiriéndose a Agustín de Iturbide, durante el Abrazo de Acatempan

En fin, no me crean. O mejor, juzguen por Uds. mismos.

Primer hoja del Plan de Iguala, documento firmado por Iturbide y Guerrero

Primera foja del Plan de Iguala, documento firmado por Iturbide y Guerrero

El 24 de febrero de 1821, Iturbide y Guerrero firmaron un documento conocido como el Plan de Iguala, en donde concretaban sus propuestas para el nuevo gobierno y se formaba lo que se ha dado en llamar el Ejército Trigarante, porque supuestamente garantizaba tres cosas: la independencia de España, la religión católica como la única permitida, y la unión entre las tropas de ambos bandos. Su misión era difundir el contenido de dicho documento y pacificar el país, que se encontraba aún demasiado inmerso en el caos que provocan las revoluciones.

Finalmente y después de unas pocas batallas en contra de unas tropas realistas en franca retirada, ya mal organizadas y peor abastecidas, el 27 de septiembre de 1821 el Ejército Trigarante entró a la ciudad de México, después de 11 años y 11 días de lucha y más de tres siglos de dominio español.

Acta de Independencia de Mexico, 27 de septiembre de 1821

Acta de Independencia de Mexico, 28 de septiembre de 1821

Un día después, el 28, se firmaba el Acta de Independencia. En ella figuraba, en primer lugar, naturalmente, la firma de Iturbide. También, al mismo nivel pero al otro lado de la foja, la de Matías Monteagudo, (¡faltaría más!).

La que NO está, curiosamente, es la de Guerrero. ¡Ah!, claro, es que no sabía escribir…

Bueno -pregunto yo- y entonces quién firmó el Plan de Iguala?

La Güera Rodríguez

La Güera Rodríguez (pintura no identificada)

El desfile del Ejército Trigarante y la Güera Rodríguez

Cuentan que durante el Desfile de la Independencia, cuando el Ejército Trigarante entró triunfante en la Ciudad de México, ocurrieron un par de cosas interesantes que iban a dar la tónica de lo que sucedería en los siguientes años: es de suponer que los dos principales comandantes fueran al frente del mismo celebrando la victoria, cierto?

Pues no.

Iturbide iba delante, saludando a las multitudes y recibiendo aplausos y vítores.

Guerrero, sin embargo, iba atrás, demasiado atrás. Tanto, que cuesta trabajo verlo en el grabado.

Desfile del Ejército Trigarante con Iturbide a la cabeza. Iturbide va al centro, sin sombrero. Supuestamente, Guerrero aparece en tercera o cuarta fila, mirando hacia atrás.

Desfile del Ejército Trigarante con Iturbide al centro, sin sombrero. Guerrero aparece a la derecha, en tercera o cuarta fila, mirando hacia atrás.

Evidentemente, desde el principio Iturbide quiso convertir a Guerrero en la Cenicienta del cuento.

Y al menos de momento, lo consiguió.

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El otro incidente tuvo que ver con la Güera Rodríguez -la querida de Iturbide- una rubia despampanante que tenía ella solita más horas-cama que horas-barco tuvo Sebastián Elcano (el timonel de Magallanes), pero que le tenía sorbido el seso.

Cuentan que aquella mujer no tenía llenadera o que era como lo que en Física se dice «de amplio espectro»: le daba lo mismo un virrey que un obispo o un cardenal, un científico que un libertador. Eso sí, todos hombres ilustres… y ricos, claro. Dicen que tuvo relaciones incluso con Simón Bolívar (que pasó por México durante su juventud) y hasta con el barón Alexander von Humboldt, el famoso naturalista alemán. Todo un caso.

Y parece que además de bella y simpática, esta distinguidísima dama era un genio de la intriga. Vaya, «mala como la araña», utilizando el sabroso caló mexicano.

Dicen las malas lenguas que Iturbide, que estaba loco por ella, accedió a instancias de la Güera a declarar demente a su esposa oficial -la madre de sus hijos- para encerrarla en un convento y quitarse de esa forma el estorbo y la monserga que significaban las constantes críticas de su mujer por su impuro y desleal proceder.

E incluso que fue precisamente la Güera Rodríguez quien le sugirió a monseñor Matías Monteagudo -posiblemente también uno de sus «íntimos»- que usara a Iturbide como Emperador de México.

Y claro, no hay que pensar mucho para sospechar quién andaba planeando que fuera la futura Emperatriz, jejeje…

Por suerte, o Iturbide no se atrevió a tanto, o los altos prelados de la Iglesia no consintieron en el divorcio, y las aguas retornaron a su nivel.

Pero si toda esa historia fuera cierta, estuvimos a un tris de que México comenzara su historia como nación independiente con una meretriz como Primera Dama o su equivalente (Bueno, a la verdad que Primeras no estoy seguro, pero Segundas sí hemos tenido varias…).

En fin, volvamos a la historia del Desfile de la Independencia.

Ruta del Desfile de la Independencia del Ejercito Trigarante

Ruta del Desfile de la Independencia del Ejercito Trigarante

El caso es que dicen que Iturbide, en el paroxismo de la gloria, decidió cambiar la ruta del desfile para pasar por delante de la casa de su querida la Güera Rodríguez, la cual lo saludó desde su balcón.

No sé a Uds -yo no tengo vocación de misionero moralista- pero eso a mí me parece una pendejada mayúscula. Una afrenta imbécil y estúpida a los mexicanos, en la fiesta de un país que comenzaba como nación independiente. No se vale.

Razón de más para alegrame con el fin que tuvo: la muerte por fusilamiento.

¡Vivat Imperator in aeternum!

Unos 6 meses luego de la independencia, se constituyó oficialmente el Imperio Mexicano e Iturbide pasó de ser un simple militar putero y corrupto, a llamarse con el pomposo nombre de Su Majestad Serenísima Agustín I de México (me causa asombro y risa la fatuidad de cierto tipo de gentes).

Pero a pesar de todas sus invocaciones a la eternidad, el tinglado imperial no le duró mucho. Menos de un año después de su coronación, y tras una sucesión un poco confusa de pleitos palaciegos y sublevaciones de antiguos partidarios (entre ellos Antonio López de Santa Anna, alguien todavía peor que Agustín y del cual luego tendremos que hablar), abdicó y se fue a Londres.

Entonces el Congreso -que en el fragor de la batalla había sido suspendido por Su Serenísima Majestad- lo nombró traidor a la patria, y lo condenó a muerte in absentia.

Y Agustín, que parece que no lo sabía y aún aspiraba a retomar el poder, tuvo la peregrina idea de regresar medio escondido. Ingresó al país por Soto la Marina, un puerto de Tamaulipas, pero pronto fue descubierto y hecho preso. Fue fusilado el 19 de julio de 1824.

En cierto sentido, le pasó como a su ídolo Napoleón, cuando retornó de Elba a Francia y tuvo lugar lo que se conoce como El Imperio de los 100 Días. Sólo que esta vez duró menos, y no hubo Waterloo.

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Ahora me gustaría explicar mi interpretación de estos hechos, que fueron a grandes rasgos los que dieron lugar a la independencia de México.

Lo primero que me resulta evidente, es la razón por la cual la historia oficial toma a Hidalgo, Morelos, Allende, etc, como los Padres de la Independencia, y no hace la menor alusión a Iturbide ni a Monteagudo: porque si lo hiciera, tendría que admitir el papel que ese par de hijoeputas jugaron en la misma. Parece que les da penita, y además no les conviene: posiblemente según el criterio oficial, negociar una independencia no tiene el mismo mérito que ganarla a brazo partido en medio de grandes batallas entre héroes galácticos y villanos despreciables.

Sin embargo, en mi opinión eso tiene el riesgo de que cuando descubramos la verdad, comencemos a sentirnos engañados y alejados no sólo de los personajes ficticios, sino también de los verdaderos héroes, con toda su complejidad humana.

Al fin y al cabo los ideales están ahí, y no se ensucian ni se demeritan por nada ni por nadie.

El otro punto que parece resultar embarazoso para la historia oficial, es el papel que jugó la Iglesia Católica. La puja por el poder entre los religiosos y el gobierno, siempre ha estado presente en la historia en general. En México incluso se ha llegado más de una vez a la guerra abierta (Guerra de Reforma de Juárez y Guerra Cristera de Calles) por esos motivos.

De manera que cualquier crédito que le dieran a la Iglesia Católica en el asunto de la Independencia de México, iría en contra de Benito Juárez y de tantos otros liberales. O en contra de Plutarco Elías Calles, el fundador del PRI (o su organización predecesora, que para el caso es igual). Y el PRI es precisamente el inventor de la historia oficial, así que lógicamente no iba a negar a su padre.

De una u otra forma, a mí me resulta sorprendente el nivel de ingerencia con que aún hoy en día la Iglesia Católica frecuentemente pretende inmiscuírse en los asuntos del Estado Mexicano, así como el nivel de anticuerpos con que muchas veces reacciona el gobierno ante tales intentos. Se ve que están al borde del shock anafiláctico, siempre a la defensiva, como secuela de las «infecciones» anteriores…

Pero la Historia de México no acaba con su independencia. Hay otras muchas situaciones en que la versión oficial difiere de la realidad. Ya es un hábito.

En las siguientes entradas, continuaré hablando sobre el tema.

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Antes de terminar este artículo, sin embargo, quisiera decir que no siempre tengo la suerte de encontrarme con pruebas documentales que muestren las dudas y la desesperación a que estuvieron sometidos muchos de los héroes de la Historia.

Sin documentos, por ejemplo, uno sólo puede imaginarse la sensación de frustración que sintió el emperador Moctezuma al darse cuenta de que, luego de haberlo recibido con los mayores honores, Cortés no era -como lo predecían sus creencias religiosas y él mismo creyó al principio- el dios Quetzalcóatl (la Serpiente Emplumada) regresando a su reino, sino un simple y vulgar conquistador extranjero.

Cortés en el Árbol de la Noche Triste

Cortés en el Árbol de la Noche Triste

O la de Hernán Cortés en su famosa Noche Triste, cuando resultó derrotado por los mexicas y creyó que todo estaba perdido para él. O cuando tuvo que luchar contra las tropas que envió su compatriota Diego Velázquez, que se moría de envidia en Cuba pensando que la fama y la riqueza se le iban entre las manos por culpa de Cortés y mandó a sus soldados para prenderlo.

Óleo de Esteban Valderrama representando la muerte de José Martí en Dos_Ríos, 1917

Óleo de Esteban Valderrama representando la muerte de José Martí en Dos_Ríos, 1917

O la de José Martí, sensible ante las críticas de sus enemigos de que él era un cobarde que sólo actuaba como organizador de la guerra de independencia desde el extranjero, pero que no tenía el valor de participar en los combates armados. Sentimiento que por cierto, le costó la vida porque los españoles lo mataron no más llegar como soldado a territorio cubano. Tengo claro que el arma que manejaba con mayor destreza no era su machete, sino su pluma.

Pero hace poco tuve la suerte de toparme con un documento desgarrador, que muestra hasta donde puede llegar la amargura de un hombre que ve al final de su vida como se derrumban sus mejores sueños. Se trata de alguien que pasó gran parte de su existencia luchando contra España en América del Sur y que escribió una carta poco antes de morir a un tal General Flores, en aquel tiempo presidente de Ecuador, de la cual copio el siguiente fragmento:

«Usted sabe que yo he mandado veinte años y de ellos no he sacado más que pocos resultados ciertos: 1º, la América es ingobernable para nosotros; 2º, el que sirve una revolución ara en el mar; 3º, la única cosa que se puede hacer en América es emigrar; 4º, este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a los tiranuelos casi imperceptibles de todos los colores y razas; 5º, devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos no se dignarán conquistarnos; 6º, si fuera posible que una parte del mundo volviera al caos primitivo, este sería el último periodo de la América.»

Al leerla, uno podría pensar que se trata de un tipo fracasado, de alguien vencido por las circunstancias adversas, que en su estertor final reniega de todos y de todo. Me imagino que se asombrarán cuando sepan que el autor de esas líneas fue Simón Bolívar, el Libertador, que soñó con la Gran Colombia y terminó sus días amargado por las traiciones y bajezas de muchos de sus antiguos amigos.

Pero en mi opinión, precisamente ese sentimiento de derrota lo hace mucho más humano y admirable porque me demuestra que era como cualquiera de nosotros, alguien de carne y hueso, sometido a las mismas dudas, desencantos y presiones, no un ser galáctico e invencible, pero lejano y falso.

Ojalá que las escuelas enseñaran mejor la Historia y sus héroes. A lo mejor lograban inculcar el verdadero patriotismo en los niños. Nos convendría a todos.

(Continuará)

Acerca de azayas48

Físico médico, programador de computadoras. Fan de Visual Basic y SQL. Cubano por nacimiento, mexicano por naturalización y por corazón.
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2 respuestas a Un mundo feliz, o falaz (VIII)

  1. Pingback: Un mundo feliz, o falaz (VII) | Las cosas que me gustaría saber

  2. Ada dijo:

    Muy interesante, excelente texto. Sigo aprendiendo Historia, la de verdad. Gracias.
    Ada

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